14/10/11

Sí, se me ha roto el mundo. Cap. 1.2.

Siguó con el diario. Decía auténticas barbridades...
"Ya no tengo pasado ni presente ni futuro.

Hay personas que saben hacerse imprescindibles para que los demás lamenten en el alma y de gran manera su pérdida.

No sé por qué razón me acerco a este tipo de personas que lo único que hacen es manipular y pretenden que los demás dependan de ellos. Son personas inmaduras que necesitan poder para vivir y hacen de sus dotes un arma de manipulación.

Se me ha roto todo. El mundo, el pasado, el alma y hasta las espinas de mi garganta. Todo, absolutamente todo. Pero es que, además, he servido de mofa y befa para mucha gente. ¿Como no me he dado cuenta de todo el daño que me hizo y que continúa haciéndome por medio de mi misma? Si para pocos instantes donde he recibido algo de cariño que solapaba veneno, el resto han sido desprecios y negatividad.

Aún así he roto mi mundo. Soy un hombre de pelo blanco y ella es una bella señorita de rizos dorados y de suave piel.

Sigo rompiendo mi mundo y sigo martirizando mi pasado, el presente y el futuro."


Llegó el momento de tomar su baño de ácido y el suplemento de lípidos. Con el primer baño eliminaba las impurezas de su piel y con el segundo las hidrataba. Tanto el gel como el champú estaban diseñados para hacerla más bella, para eliminar cualquier desperfecto en sí misma sin ocasionar daños suplementarios. Claro que las instrucciones había que seguirlas detenidamente. La ducha poseía un conmutador que podía detectar el tipo de champú o de gel que tenía que ponerse y preparaba la mezcla adecuada para que no sufriera su piel.

Para ella debía detectar que era ella la que entraba en la ducha. En toda la casa se activaban las aplicaciones con el adn de su piel. Bastaba un poco de sudor dejado con la huella de su dedo para que reaccionaran todos los elementos como si formaran parte de ella. Alguna vez había intentado dar órdenes con la mente pues tenía la esperanza de que algún fallo en el sistema le hubiera facilitado el otorgar ese tipo de normas. Pero no: estaba todo muy bien calculado. Claro que le había costado mucho trabajo y dinero el haber arreglado la casa con ese dispositivo. Los hombres tenían que sentirse cómodos y agradecidos y las mujeres, complacidas.  Pero aquellos tiempos se acabaron. En la madurez de sus veinticinco años, pudo elegir el trabajo que deseara y con la vejez de sus cincuenta, también su muerte.
Alguna vez pensó sin permiso, que habían vuelto a la edad de piedra, donde la gente tenía una esperanza de vida de treinta o cuarenta años. Tanto tiempo intentando que todo el mundo pudiera vivir mucho tiempo pero alargaban la vida, no la juventud. Bueno, la juventud también porque ahora una persona de cuarenta tenía la misma piel que una de veinte. Pero los años corren y mucho. muchísimo. El carnet de identidad no engaña y las hormonas masculinas tampoco.

Dejó que la ducha detectara su piel y se sintió liberada húmeda y protegida por aquellos rápidos baños. Se veía más bella. Una vez a la semana era suficiente. El resto de los días, una fina capa de agua pulverizada eliminaba sus olores y desechos.

Notó una llamada a la puerta. Aunque su anterior trabajo ya no estaba activo, siempre tendría a alguien que la echaría de menos y ella estaba obligada a cumplir.  Se aproximó al dormitorio y se quitó la bata. Arregló un poco su cabello y recibió a su acompañante con la sonrisa más bella que le habían podido reconstruir.





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Clávame otra espina...